FANDIÑO, DEL FRONTON AL RUEDO

 

Leiza: “Iván era muy bueno como pelotari, si hubiese seguido…”
Iñigo Leiza guarda muchos y buenos recuerdos de sus duelos en el frontón con Fandiño. El de Lemoa no olvida una anécdota que habla del genio que el de Orduña ya mostraba cuando vestía de blanco y que ahora mantiene en el ruedo: “Jugábamos una final del Arratia-Nervión en Orduña y Xabi (Galarza VI) y yo ganamos por un tanto. El último tanto nuestro fue un fallo de Iván y recuerdo cómo se quitó la zapatilla y la lanzó. Tenía mala leche”.

La impresión que le ha quedado grabada a Leiza de Fandiño en aquella época era la de un zaguero que prometía: “Era muy bueno. Tenía dos buenas manos , sobre todo con la derecha le pegaba fuerte. Era peleón. Iván era el que marcaba la pauta en la pareja de Orduña. Si hubiese seguido jugando, quién sabe…”. Además de talento para la pelota y para los toros, como luego quedó demostrado, también lo tenía para la música. “Solía tocar la trikitixa después de las finales”, recuerda Iñigo.

Leiza y Fandiño forjaron en aquellos años una amistad que, pese a la distancia y al tiempo transcurrido, se mantiene. “El año pasado fui a verle torear a Bilbao, más que nada por él, porque a mí no me gustan los toros”, confiesa el delantero de Lemoa.

Pelota y toros parecen dos universos paralelos, sin relación alguna entre ellos. Por ello, el caso de Iván Fandiño no deja de ser sorprendente. Si en Euskadi ser torero resulta algo excepcional, mucho más lo es llegar a matador tras haber colgado el gerriko de pelotari. Pero esa es la vivencia del joven diestro de Orduña (29-9-1980), que guarda de su paso por los frontones buenos amigos y una afición que sigue cultivando desde Guadalajara, a donde se trasladó hace un tiempo para dedicarse en cuerpo y alma al arte de Cúchares.

“Desde que tengo uso de razón me acuerdo de estar con la pelota en la mano”, rememora Fandiño, quien heredó la afición de su padre, asiduo al Jai Alai de Orduña. Allí, muchos años antes de vestirse de luces, ya lucía de blanco defendiendo al club de la ciudad vizcaína. Los recuerdos más intensos los tiene del Campeonato Comarcal Arratia-Nervión, donde forjó rivalidad y amistad al mismo tiempo con dos pelotaris que, con los años, acabarían jugando como profesionales: Leiza y Galarza VI. “En nuestra categoría, mi compañero habitual, Iñaki Fernández, y yo siempre nos enfrentábamos a ellos. Un año fuimos subcampeones y ellos nos ganaron en la final. Era un derbi clásico, como un Athletic-Real”, apunta el diestro.

Fandiño fue creciendo físicamente y como pelotari. “Me gustaba ser dominante siempre, aunque también disfrutaba acabando el tanto. Era muy competitivo”, se define. Su cota más alta en el frontón la alcanza en la categoría cadete, cuando disputa las semifinales del prestigioso Torneo Baqué de mano individual. “En ese momento estuve a punto de enfocar todo hacia la pelota”, sentencia. Hasta entonces, nunca se había imaginado cortando orejas en un ruedo: “Los toros me llamaban la atención desde pequeño, pero no veía que eso tuviera una salida en Euskadi. En cambio, la pelota sí. Siempre había estado metido y era mi modo de vida”. Pero en esa edad clave en un muchacho, los 15 y 16 años, el camino de Iván trazó una curva de 180 grados. “Simplemente, me enganché al toro. Empecé a conocer gente aficionada, a ir a Salamanca, y eso me desequilibró todo. La película de la pelota se me vino abajo”, describe de forma gráfica.

Fandiño no colgó el gerriko de un día para otro, pero los entrenamientos fueron siendo cada vez menos asiduos, en la misma medida que iban ganando cuerpo sus devaneos taurinos. El albero acabaría por ganar definitivamente la batalla al frontón. Su talento y su tesón le llevaron a debutar de luces en 1999 en Laudio, con sólo 18 años, y posteriormente a tomar la alternativa en Bilbao en 2005, con el ‘Juli’ de padrino. Las cosas le van bien como matador, pero el gusanillo de la pelota sigue vivo. “De no haber sido torero, me habría encantado ser pelotari profesional”, reconoce Fandiño, perfectamente al día de la actualidad de la mano desde su domicilio en Tórtola de Henares: “Me puse el Digital Plus en casa para coger ETB Sat y poder seguir los partidos”. Como cualquier otro pelotazale, se maravilla con el arsenal de recursos de Irujo, pero apostilla que “para divertirse en un frontón, hay que seguir viendo a Titín. Un tío con raza, a mí me encanta”.

En la actualidad, Fandiño no sólo vive la pelota sentado en el sillón. El verde de la cancha le sigue atrayendo, aunque las cosas no son como cuando vivía en Orduña. “En Guadalajara practico sobre todo el frontenis, porque a mano hay poca afición. Pero sé de algún sitio al que van personas mayores a jugar y de vez en cuando me dejo caer por ahí como el que no quiere la cosa para pegar unos pelotazos”.

Así es Iván Fandiño, un torero capaz de cortar tres orejas en Almazán (Soria) justo una semana después de recibir una cornada en el muslo en la feria de Bilbao que le obligó a permanecer en la clínica durante tres días. Un diestro valiente, especializado en corridas duras, de ganaderías difíciles. Casta no le debía de faltar a ese chaval que, de no haber sentido la llamada del toro, quizás habría hecho carrera en la pelota, un deporte duro, pero en el que los riesgos son menores que en su oficio actual: “El mal de manos se lleva mal, pero al menos puedes hacer una vida normal”.

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